miércoles, 4 de enero de 2023

"Me gustaría incentivar a las mujeres a hacer arte" (segunda parte)

 

El premio nacional fue el cierre de un año de reconocimientos. En noviembre Alarcón obtuvo el premio adquisición de la Colección Ama Amoedo en Miami y en octubre el Museo de Arte Contemporáneo de Salta adquirió una obra suya para incorporarla a su patrimonio. 

por Elena Corvalan

La geometría de miles de mujeres 

Claudia y Andrea se rieron recordando que en los viajes que van de la mano de esta decisión de mostrar el arte wichí, se encuentran con mucha gente sorprendida porque "pensaba que en Argentina no había indígenas, cuando nosotras les contamos que no solo hay, sino que hay un montón”. “Miles de mujeres”, ratificó Claudia. Y Andrea: “Miles de mujeres, miles de familias indígenas, cuántos idiomas, lenguas vivas, que están presentes. Con otros imaginarios, otras imágenes" siempre "más vinculadas a figuras geométricas abstractas que tienen un significado”.

Claudia, en su casa, con una de las obras compradas en ArteBA (Imagen: Andrea Fernández). 

A sus 33 años, Claudia es quizás la primera wichí que expone en una galería de arte, con el agregado de que sigue viviendo en comunidad, ahí en La Puntana, a 45 kilómetros de Santa Victoria Este, por un camino mitad de tierra y mitad pavimentado. Vive con su marido, el maestro bilingüe Eduardo Solá, y sus hijas, de 14 y 11 años. “A ellas les gusta lo que hago y ahora que están en vacaciones están tejiendo”, aprendiendo a tejer. 

Claudia también comenzó a tejer de niña, a los 12 años. “Primero hacía los cintos y las yicas, tenía que aprender bien como hacer la forma y después, como son muchos diseños, muchos dibujos, tenía que ir aprendiendo de a poco”. Sus maestras fueron su madre, su abuela y su tía. 

El tejido estaba en ella. “Cuando veía a una madre tejiendo, siempre me llamaba la atención, de chiquita, y a veces me sentaba a ver cómo tejían, y llegando a casa me imaginaba como estaba tejiendo y es como que siempre lo tenía ahí”. Esas imágenes la urgían: "algo tenía que hacer, tenía que comenzar a hilar”. 

“Me acuerdo cuando la conocí", terció Andrea. Fue en el primer taller, en 2015. “Ahí estaba Claudia", y "después muy tímidamente un día aparece, tenía una bolsa llena llena de yicas, todas prolijitas, hermosas, ella siempre me llamó la atención porque me daba cuenta cómo le gusta tejer, cómo goza tejiendo, siempre ha sido muy curiosa”.

“Es verdad eso, siempre he sido muy curiosa con el tejido, (piensa) y… con esto, ¿no? lo del arte", asintió Claudia. "Como dije en mi obra que está ahora en el MAC, uno está tejiendo lo ancestral y mezclando cosas que va aprendiendo y para mí es como un choque de culturas, de nuestra cultura y de la cultura de los blancos, y es emocionante porque nunca me pasó por la cabeza que podría hacer eso también”.

Paño colectivo. 

¿Y cómo crea sus obras?: Claudia contó que primero pensaba un diseño y lo tejía, pero después, "teniendo algunos viajes, algunos encuentros", comenzó a dibujarlos para luego pasarlos al tejido. Y ahora "las mismas compañeras del grupo también me piden que les dibuje todo lo que nosotras hacíamos sin dibujar, cuando hay una obra colectiva ellas me piden que dibuje, y en base a eso van siguiendo, y estoy viendo que está funcionando”. “Están saliendo cosas lindas y todas las chicas que están interesadas en eso van siguiendo ese ritmo, es como que no soy yo sola”.

“Es como una escuela que se va armando”, añadió Andrea, y despertó las risas. Entonces Claudia dijo aquello de que "también pueden ser más mujeres” las que participen "en esta cosa del arte”. “Me gustaría eso, incentivar a las mujeres”, aseguró. 

La alegría también es indígena 

En las artesanías el mercado pide los tintes naturales o la paleta de color de la temporada, explicó Andrea, pero muchas veces las tejedoras wichí prefieren jugar con novedades del mundo no indígena. "En el caso de lo que están haciendo ahora con el arte les decimos, con Guido, con quien las acompañamos, ‘pueden hacer lo que quieran, si quieren usar fosforescente, anilina, meterle plástico con el chaguar, háganlo’, como que también ellas tengan derecho a esa libertad de elegir”.

Entonces se dio un intercambio sobre qué es ser indígena hoy en día, su vínculo con el territorio, su entorno. ¿Ser indígena implica que se tiene que vivir en zonas rurales y con las mismas prácticas de antaño? ¿o, es, como la lógica parece indicar y como propone Claudia, una identidad que se construye con un diálogo entre lo ancestral y lo contemporáneo y lo porvenir?

Tejedoras de La Puntana, con Andrea y Guido Yannitto. 

“Eso es lo que nosotras decíamos ya hace varios años, ahora con Thañí, cuando las chicas, por ejemplo, han empezado a hacer sirenas o cosas que también a ellas las divierten, porque tienen ese derecho a la alegría, a hacer algo porque les gusta, ¿no?”, aportó Andrea. “Se les imponen tantas cosas ajenas” y lo que les alegra, no. “Ahí yo digo que hay que revisar esas conductas, esas prácticas racistas, porque parece que nos deja más tranquilos saber que ellos están sufriendo”. Algo tan común como tener un teléfono celular, poder viajar, es a veces mal visto cuando el sujeto es un o una indígena. 

“Esas cosas siempre sucedían, me acuerdo cuando recién me compré un celular, sentía que no me pertenecía porque es como que nunca nosotras las mujeres wichí tendríamos ese derecho de tener un celular, o una mujer wichí conducir una moto, pero cuando empezamos nuestra organización me fui fortaleciendo, pensando en muchas cosas". "Escucho hablar a Andrea y me da esa fuerza de pensar no solo en mí sino en muchas mujeres que están dentro de la organización", en la necesidad de mantenerse juntas y "basta de pelear entre nosotros”.

Andrea agregó que para ese fortalecimiento también es importante el hecho de que la coordinadora de la organización Lhaka Honhat es mujer, "eso también es una referencia importante. Ellas tienen vínculo con Cristina (Pérez)”.

El machismo, o su ausencia, tiene su influencia. En el caso de Claudia, su marido la acompaña y aprecia su arte. "Creo que me ocupé en la coordinación del grupo porque tenía ese apoyo, y creo que muchas compañeras mías quisieran estar vinculándose más con el grupo pero no pueden” porque tienen otra situación familiar.

Paños montados por Eduardo y otros hombres. 

Eduardo también comparte en la escuela lo que escriben las tejedoras sobre su arte y su organización. Y son "él y varios más, no es el único" hombre que colabora, "con mucho respeto y mucha admiración hacia las mujeres”. Eso se vio con claridad en las dos muestras que se hicieron en el territorio, en Cañaveral, el año pasado, y en La Puntana este año. 

"Nosotras queríamos que también la gente de ahí vea los tejidos esos inmensos que nunca se habían hecho ahí en la zona al menos". Y cuando preparaban la muestra en La Puntana, Eduardo y otros hombres plantaron palos para mostrar los tejidos. “Y todos, los niños, los varones, gente que no está tan vinculada al proceso este, miraba”, “es un orgullo, porque en nuestra cultura, los blancos digamos, hay gente a la que le gusta el arte y otra a la que no le importa, pero yo veo que en el mundo wichí, a todos les gusta el arte". 



No hay comentarios:

Publicar un comentario

SALTA LA REPRESIVA

  ‘Salta la linda’ vuelve a teñirse de represión, encarcelamientos y de gente que mira para otro lado. Como cualquier ciudad Latinoamerican...